Alas de metal
Vinieron del norte para mostrar un destello que nunca llegó a ser, no para todo el mundo, aunque pocas veces existió una banda tan evidentemente afanosa por conquistar el planeta con sus revoluciones de acero y sintetizador. Fue un destello, una apertura en los cielos y una frustración que dejó huella. Fue la tormenta, el soñador y la Chica del Líbano, eran cinco melenudos con apariencia andrógina de guerreros arios, así como muchas otras imágenes y emociones nunca escritas. Wings of tomorrow era metal erguido sobre los vientos de la épica y la melodía escandinava, descriptivo de esas alas de metal que son también, aunque sean un reflejo menor, las alas del Espíritu, atendiendo a todo el rollo bíblico presente en los tres primeros discos de la banda, esas que llevarán a los elegidos hacia la tierra prometida en los cielos y al nuevo mundo que está por venir. Cada canción podía ser un atributo acerca de ello; la introversión del individuo arrastrado por convicciones que nunca caerán a pesar del desamor (Stormwind), el condenado a muerte por ser fiel a una verdad ( Scream of anger), el profeta en el tiempo del fin (Wings of tomorrow) o la meditación general en Wasted Time. Lo que vino después ya es una historia tan triste como bastante conocida: cinco músicos de excepción sobreexplotados y casi aniquilados por el sello discográfico que quiso darles el ascenso hacia lo más alto, pero a qué precio. Siendo originalmente una banda de heavy-metal, los transformaron en una banda de pop-metal que dio, a pesar de ello, discos memorables y muy completos como The Final Countdown y Out of this world, pero no yerran los entendidos cuando afirman que ahí pecaban de un exceso de producción por todos los costados, pecado, además, cuyo alcance trascendía las cuestiones meramente musicales y nos permite hablar de arrogancia o pretenciosidad, pues consta que en una entrevista al líder Joey Tempest en algún momento del año 1987, cuando Europe eran el gran fenómeno global, éste afirmó, así, con premeditación y alevosía, su deseo de ser para la década de los 80-90 lo que los Beatles fueron para la década de los sesenta. Y, de hecho, lo tenían todo para cumplir el sueño: le caían bien a todo el mundo, a gente de todas las edades y gustos musicales, tenían una imagen que hipnotizaba a todo el orbe y un sonido impresionante. Pero a partir de cierto momento, por desgracia para todos, empezó a tomar fuerza cierta corriente de opinión, generada por el sector más duro del metal, esos metaleros expertos para quienes el buen rock festivo, alegre, clásico y comercial de los Europe era una traición al verdadero espíritu, considerándolos unos vendidos al sistema y unas mariconas para quinceañeras. Y así, teniendo en cuenta lo influenciables que son las modas y los gustos, aquellos que pocos meses antes eran unos músicos adorados y admirados se convirtieron casi de repente en objeto de desprecio y desprestigio. Y ahí terminó el sueño. Para el sector en cuestión, unas pequeñas gotas de rencor y resentimiento. Y otras pocas para el sello discográfico, que no consintió en darles la promoción necesaria una vez la banda no cumplió con las expectativas. Desde aquí solo resta decir que el mundo y la vida social y estética hubiera sido mucho mejor con Europe en la cima mundial durante una década por lo menos, librándonos a todos del veneno del grunge, el cual destruyó al propio Kurt Cobain, y a nuestras vidas en cierto modo.
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